02
Sep

Tierra

Pensando en la arquitectura y a la hora de proyectar nos preguntamos cómo se verán los edificios que actualmente se están construyendo, qué legado quedará para las generaciones venideras, incluso si hay que pensar en dejar un legado a las generaciones venideras.

La vida ha cambiado de una manera radical en 50 años, el otro día me contaba mi abuelo cómo se vivía antiguamente en la meseta castellana, él es un privilegiado, ha pasado de la “edad media” a la vida actual y ha tenido la “suerte” de vivirlo todo.

Me contaba que las calles eran todas de tierra, las casas de adobe, muy pocas de ladrillo, sólo las de los ricos, en mi pueblo sólo hay una casa de piedra, el campo es pura meseta, puro cielo.

Imagino una estampa nocturna, dos vecinos saludándose y parando a hablar sobre el campo y las tareas agrícolas, las tapias de barro recién reparadas, con sus espinos y el mimbre donde ahora hay tejas protegiendo la cabeza del muro, escuchan la conversación.

Los “obreros” pasaron la primavera “fabricando” los adobes de los que el pueblo está hecho, las tapias están preparadas y se acerca el otoño, el invierno va a ser duro pero las tareas del campo ya están acabando.

Ahora cada vez se ven menos casas de adobe, quedan pocas en pie, el agua hace estragos en el barro y las construcciones vuelven a la tierra, vuelven a ser campo; un pueblo de la meseta, todo de barro puede desaparecer sin dejar más que un montón de tierra que poco a poco la erosión va comiéndose.

Sólo quedaría la iglesia a lo mejor las ruinas de la casa de un rico, de un “Señor”, las vigas de las casas que se cayeron fueron quemadas en el hogar de los vecinos que iban quedando, las tejas se las fueron llevando los habitantes de pueblos cercanos, las calles sólo estaban pisadas y los charcos siguen en su sitio, la tierra ha vuelto a la tierra.

Ya sólo pasan por aquí a labrar el campo, a cazar los fines de semana, en verano los pueblos afortunados aún reciben las visitas de los nietos, empieza a haber algún biznieto.

Las casas nuevas son como las de la ciudad, de hormigón hierros y ladrillos que traen en camiones desde algún sitio lejano, cada vez los pueblos se parecen más, las fachadas dejan de ser humildes para tener molduras y barandillas que traen de una fábrica, en el frontón han hecho una nave para que los niños jueguen dentro.

Nadie se preocupa de conservar un legado arquitectónico que cuenta una historia reciente pero olvidada, todo se tira, el barro no es un material “tradicional”, sólo el hormigón el acero y el ladrillo son ahora los materiales «legales» de construcción.

Las normas urbanísticas respetuosas con el medio (natural, social, cultural) brillan por su ausencia en pueblos que ni pueden permitirse un asesoramiento técnico más allá de pagar cuatro memorias para los planes provinciales.

Es una pena, o es una oportunidad más ¿?

Las nuevas tecnologías reducen distancias, el sueño (pesadilla) de trabajar desde casa cada día es más cercano, (en los pueblos con BUEN internet claro).

Ya no hay niños que jueguen en la calle, ahora se pasan el día paseando por las calles con el móvil buscando una conexión WIFI.

Está claro los tiempos han cambiado.

A mi abuelo a veces le parece brujería.

Los tiempos van a seguir cambiando, cuando cambien las necesidades cambiarán los edificios, ¿entonces que haremos con ellos?, ¿los tiramos?, sería bueno que fuesen reciclables, que con uno caído los vecinos que quedasen pudiesen levantar parte de otro y que el impacto del caído en el solar donde se encontraba fuese mínimo.

Esto es arquitectura SOSTENIBLE, contemos con que estamos de paso pero tenemos que dejar las cosas lo mejor posible para los que vienen detrás.