08
Oct

Inicios

El otro día releí en un artículo sobre arquitectura que “el edificio más sostenible es el que no se construye”. Ante esta afirmación me surgen multitud de dudas; ¿Habré acabado antes de empezar? ¿Seré cada vez menos sostenible? ¿Somos los arquitectos únicamente teóricos?Llegan los primeros trabajos a la oficina: pequeñas ampliaciones, reformas, valoraciones, peritaciones, que parece que intentan hacernos olvidar nuestras ilusiones para poder pagar la factura de la luz y la compra del súper.

Absortos en este círculo de creativa banalidad y sorprendente monotonía (nunca dejan de ser casos curiosos los que se nos presentan), podemos caer en la tentación de olvidar que es el principio desde donde se empieza.

En una reforma y cambio de uso de una vivienda a un restaurante se pueden colocar placas solares térmicas para precalentar el agua que se utilizará en la calefacción y orientar el comedor al sur aprovechando la radiación solar en invierno y evitándola con lamas orientables en verano.

En una ampliación de un centro social se pueden incluir unos baños adaptados con una cubierta ecológica con aljibe que permita reutilizar el agua de lluvia y una caldera de pellets de alta eficiencia energética.

En una rehabilitación de un edificio abandonado en la montaña se puede reutilizar la estructura existente e incluir en la obra materiales de la zona, utilizar la radiación solar como fuente principal de energía y elaborar un sistema de gestión del agua que le independice del suministro exterior.

La arquitectura, como toda técnica, es un proceso en el que intervienen la creatividad y la experiencia (como conocimiento) que necesita de la práctica y se sirve de ella para seguir evolucionando.

Desde aquí también pedimos que se siga invirtiendo en la investigación.